Hoy es uno de esos días en los que no te importaría morir.
Días en los que la lluvia es la cómplice perfecta de tu
tristeza, y las hojas caídas te recuerdan un poco a ti mismo.
Hoy es uno de esos días en los que te pesa la mirada y
el cuerpo se mueve porque el mundo se mueve,
al compás del reloj y el tiempo.
Días en los que nada te importa o todo te importa en exceso;
como buscando una salida, un pretexto, un aliento de vida
en cada esquina; un motivo para seguir existiendo;
pues es uno de esos días en los que el alma no se conforma,
en los que el corazón se encoge de tantas horas vividas
en vano y de tantas ausencias.
Hoy es uno de esos días en los que abrazarías a tu enemigo
de tanta desesperación. Tenderías tus brazos hacia el vacío,
arañarías, morderías el aire, lleno de impotencia y tormento
solo con la excusa de sentir la ausencia de algo que
no has tenido nunca.
Porque hoy es uno de esos días en los que desearía morir,
en los que no concibo el significado de la dicha ni
recuerdo lo que es el amor.
Hoy es uno de esos días en los que no me conozco porque
solo sé de mí por ti, y no estás... y no sé quien soy.
Un día de esos en los que la vida te pesa, en los que los
recuerdos son como una losa que eres incapaz de
mover, que te tumba y te entierra.
Días en los que ya no sé que hacer con las manos,
que solo sabían de ti cuando te tentaba;
con mis brazos, que únicamente sirven para apremiarte;
... y con mis labios? Como anhelo tus labios en los míos...
Hoy es uno de esos días en los que solo pienso en llorar,
tanto que el cuerpo me entorpece y quisiera deshacerme
de él y abrazarme a Dios. Días en los que definitivamente
asumo tu inexorable ausencia, días en los que codiciarte
se convierte en un suplicio; en los que tu nombre, tu voz
y tus caricias son el peor de los recuerdos y el desamor
es la muerte más temible, lenta y dolorosa.
Porque hoy es uno de esos días
en los que me gustaría morir,
solo de lo triste que estoy,
porque siento tanto dolor
que ya no siento la vida.
